Por Angelo Negrón
Su piel desnuda arremete, y me envuelve, en la densa niebla del deseo. Contra toda posibilidad de duda y timidez me espera en la cama, no sin antes haber dejado porciones de su indumentaria esparcidas desde la puerta de entrada. Ha logrado un mapa perfecto. Su ropa interior yace extendida en la aldaba de la puerta. El perfume que sabe prefiero ha sido rociado en el aire que respiraremos juntos y fatigadamente ante la entrega de nuestras almas. Ella me ha enseñado lo que el amor es capaz de lograr en un alma triste. La miel de sus labios se mezcla con la sabiduría de años en que, con entrega total, ha estado amándome…
…Y es reciproco. Esta adoración por ella no es otra cosa que mezcla de amor y más amor. Mis ojos hablan de ella constantemente. La ternura con la que me posee me hace ver el universo como algo cercano y a estas cuatro paredes como una esfera a la que escapar en sus brazos. Cuando tal ternura se convierte en frenesí; sus gemidos se mezclan con los míos y disfruto de sus ojos viéndome mientras se mira satisfecha en el iris de mis ser complacido. Y somos locura. Nos entregamos como si nunca lo hubiésemos hecho. Tal como si el hecho de conocer nuestras zonas erógenas nos diera la excusa para olvidar algunas; redescubriéndolas como nuevas. Lanzándonos entonces a revelar que no nos conocemos aún y que queda mucho por decirnos.
Por ahora atino a decirle que la deseo como a nadie. Me escucha añadir que la disfrutaría inmediatamente; justo en este momento que acabamos de poseernos. Me sonríe e insinúa que esta dispuesta. Con sus manos acaricia mi pecho y me besa apasionadamente. La miro. Recorro su cuerpo. Sigue siendo tan deseada por mí. En este momento en que su vientre crece desmesuradamente, ante la proximidad de un retoño, me parece que es la mujer más erótica de mi existencia. Acaricio su vientre. En él, estoy seguro, está mi descendencia. La abrazo fuertemente. La felicidad de este amor nos envuelve y nos une en este plagio que hemos hecho a Dios. Así es. Nos hemos unido y ante tal acontecimiento pudimos crear a un ser humano.
Dios nos hizo del barro; tal es su omnipotencia. La nuestra está en crear de la carne. El placer que acompaña al amor de procrear es sólo comparable con el cielo y sus habitantes, pero lo que hemos compartido es más que cielo. Esta habitación es más que cielo. Otro angelito ha venido a habitar entre nosotros y será testigo del amor que nos profesamos, será…
…Interrumpe mis pensamientos con uno de sus dedos que limpia una lágrima que ha brotado sin querer. Me besa; reconoce que lloro de felicidad. Vuelve a leer en mis sentidos; los eleva. Sabe lo que quiere y lo que ambiciono. Está dispuesta, tal como prometió, a seguir disfrutándonos. Para eso están nuestros corazones, para latir al unísono. Esta vez busca jalea de fresas; le ha dado como antojo principal y me parece que soy un ser con suerte. La esparce en mi cuerpo y la consume; nos consumimos. Le gusta notar mi aprobación en este rostro mío que hace muecas de placer. También disfruto de verla temblar y gemir. Disponemos de nuestros placeres; veo la locura de lo que sería no tenerla y olvido tal pensamiento pesimista en cuanto escucho el grito de su complacencia. Sigo acariciando su cuerpo y me lleva con ella al viaje sin regreso que significa este otro plagio a Dios; ese en el que somos uno; hombre y mujer unidos en el verdadero amor…
Su piel desnuda arremete, y me envuelve, en la densa niebla del deseo. Contra toda posibilidad de duda y timidez me espera en la cama, no sin antes haber dejado porciones de su indumentaria esparcidas desde la puerta de entrada. Ha logrado un mapa perfecto. Su ropa interior yace extendida en la aldaba de la puerta. El perfume que sabe prefiero ha sido rociado en el aire que respiraremos juntos y fatigadamente ante la entrega de nuestras almas. Ella me ha enseñado lo que el amor es capaz de lograr en un alma triste. La miel de sus labios se mezcla con la sabiduría de años en que, con entrega total, ha estado amándome…
…Y es reciproco. Esta adoración por ella no es otra cosa que mezcla de amor y más amor. Mis ojos hablan de ella constantemente. La ternura con la que me posee me hace ver el universo como algo cercano y a estas cuatro paredes como una esfera a la que escapar en sus brazos. Cuando tal ternura se convierte en frenesí; sus gemidos se mezclan con los míos y disfruto de sus ojos viéndome mientras se mira satisfecha en el iris de mis ser complacido. Y somos locura. Nos entregamos como si nunca lo hubiésemos hecho. Tal como si el hecho de conocer nuestras zonas erógenas nos diera la excusa para olvidar algunas; redescubriéndolas como nuevas. Lanzándonos entonces a revelar que no nos conocemos aún y que queda mucho por decirnos.
Por ahora atino a decirle que la deseo como a nadie. Me escucha añadir que la disfrutaría inmediatamente; justo en este momento que acabamos de poseernos. Me sonríe e insinúa que esta dispuesta. Con sus manos acaricia mi pecho y me besa apasionadamente. La miro. Recorro su cuerpo. Sigue siendo tan deseada por mí. En este momento en que su vientre crece desmesuradamente, ante la proximidad de un retoño, me parece que es la mujer más erótica de mi existencia. Acaricio su vientre. En él, estoy seguro, está mi descendencia. La abrazo fuertemente. La felicidad de este amor nos envuelve y nos une en este plagio que hemos hecho a Dios. Así es. Nos hemos unido y ante tal acontecimiento pudimos crear a un ser humano.
Dios nos hizo del barro; tal es su omnipotencia. La nuestra está en crear de la carne. El placer que acompaña al amor de procrear es sólo comparable con el cielo y sus habitantes, pero lo que hemos compartido es más que cielo. Esta habitación es más que cielo. Otro angelito ha venido a habitar entre nosotros y será testigo del amor que nos profesamos, será…
…Interrumpe mis pensamientos con uno de sus dedos que limpia una lágrima que ha brotado sin querer. Me besa; reconoce que lloro de felicidad. Vuelve a leer en mis sentidos; los eleva. Sabe lo que quiere y lo que ambiciono. Está dispuesta, tal como prometió, a seguir disfrutándonos. Para eso están nuestros corazones, para latir al unísono. Esta vez busca jalea de fresas; le ha dado como antojo principal y me parece que soy un ser con suerte. La esparce en mi cuerpo y la consume; nos consumimos. Le gusta notar mi aprobación en este rostro mío que hace muecas de placer. También disfruto de verla temblar y gemir. Disponemos de nuestros placeres; veo la locura de lo que sería no tenerla y olvido tal pensamiento pesimista en cuanto escucho el grito de su complacencia. Sigo acariciando su cuerpo y me lleva con ella al viaje sin regreso que significa este otro plagio a Dios; ese en el que somos uno; hombre y mujer unidos en el verdadero amor…
LOL. Riquísimo el chocolate. Bueno la verdad es que cualquier sabor es bueno al momento de ser uno. Ya vez siempre en la búsqueda de añadirle calorías al asunto. Caramelo mmmmmm, el amor MMMMMMM.
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