sábado, mayo 14, 2005

Adiós versus hola

Por Angelo Negrón


Desperté. Me gustaría hacerlo algo mas tarde, pero mi compromiso con el trabajo me obliga. Desecharía tal responsabilidad si no fuera por las demás responsabilidades. Y es que esto de padecer insomnio ya no es igual de divertido que antes. Bueno si lo es, mientras estas despierto, pero en cuanto logras dormir desearías seguir rendido en la comodidad de las nubes y el calientito de tu almohada. Cuando abrí los ojos; lo primero que divise fue la foto de mi hija mayor. Anoche la estuve pensando intensamente. Antes de irme a la cama tomé su foto de mi escritorio y la dejé sobre el libro de Paulo Coelho titulado “Maktub”. El estilo de este libro, bien lo afirma el autor, es el mismo que el de Anthony de mello. Son pequeñas historias que pueden, depende de nuestro ánimo, hacernos temblar o recapacitar.

Anoche, antes de dormir, no lo leí. No le di lectura a nada, sólo me lancé a la cama, olvidando la costumbre de leer y observé a esa niña de catorce años que pronto tendrá sus quince. Recordé que cuando era bebé y tuvo que irse de mi lado, la soñaba todo el tiempo. No hablo de soñarla despierto, eso era fácil. Hablo de soñarla dormido. Cada mañana cuando despertaba recordaba haberla soñado. En la mayoría de esos sueños agitaba sus manitas y yo pensaba que eran diciéndome adiós. Anoche, doce años y medio después, descubrí que tales sueños no escenificaban una despedida, sino un hola. Lo supe porque recordé cada una de las veces en que la vi después que su madre decidiera mudarse a New Jersey. La primera vez que la vi, después de esto, fue en un regreso que tuvo a Puerto Rico. Agitó sus manitas queriéndome abrazar. Luego en cada uno de nuestros encuentros fue así, sus brazos se abrían y sus manos se agitaban a la espera de un abrazo. El abrazo más significativo que recuerdo, (por aquello de darle valor a lo invaluable) fue frente a la Corte de primera instancia en New Jersey. Llevaba año y medio sin verla y tuve que solicitar a la corte que me permitieran traerla a Puerto Rico en las vacaciones, según fue estipulado en los estatutos del divorcio. Fue una pena tener que ir a un juez para poder cumplir con mis relaciones paterno filiares, pero fue una inmensa alegría verla correr hacia mí cuando me reconoció entre los presentes. Su carita, su sonrisa, sus ojitos, todos esos diminutivos que para un padre son gigantescos estuvieron acompañados de esas manos agitándose ante el Hola que siempre vi en mis sueños como un adiós.

Ella vendrá pronto. Lo hará en verano. Como siempre me aseguraré de que la pase bien y cuando la vea caminar hacia el avión, sabré que sus manos diciendo adiós, no son otra cosa que un gratificante ¡hola! mezclado con un: ¡estaré de regreso pronto! Y reconoceré que nada ha cambiado; yo siempre he estado aquí: soñándola…

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