martes, diciembre 31, 2013

Mi butaca: regazo y estancia

Por Angelo Negrón


      Es en esta butaca del cuarto de estudio donde recuerdo más los trescientos sesenta y cuatro días que han pasado ya. Estas paredes han sido testigo de las veces que he llorado o reído de todo y de mí. Aquí las letras, leídas o escritas, son mis cómplices y han conmocionado mi espacio: Robando suspiros, sorpresas, lágrimas, risas y lapsos de ese silencio que se esmera por comprender lo que a toda luz, u oscuridad, no tiene sentido o que llanamente se pule por afianzar lo que parece ser verdad absoluta.
     Nunca he creído en la conformidad, por eso me refugio en los libros y sus infinitas aventuras o desventuras. Letra a letra voy inmortalizándome al leer, tal como alguna vez perpetúe los ojos de las mujeres amadas y el recuerdo de los besos dados. La música también es confidente. Escucharla le imparte corrección a sentimientos que buscan esconderse o difuminarse con las frías lozas del suelo.
     En los estantes existen libros clave donde escondo fotos de amantes fugaces que revisito cada cierto tiempo por aquello de mezclarme con letras e imágenes. Varios regalos de gente importante en mi vida descansan en sus tablillas. Sé que están ahí, no por su aspecto decorativo sino, por la importancia que tienen como lastre de este espíritu mío que en las noches de insomnio busca deshacerse de mi carne y volar lejos. Por eso leer me complementa. Mis dedos palpan el papel, su olor sirve de aliciente contra el mareo que causa el viaje y ver la unión de palabras hasta escuchar como propias las que me faltan por decir me convierte en esta máquina de sentidos que se propagan por la habitación en la imperante exploración del que hacer con el corto tiempo del vivir.
     El año culmina esta noche y reconozco que sólo es la transición de un dígito por otro. Eso logrará que en la primera semana escriba dos en lugar de tres al final de los fechas de los pedidos o en las fechas de embarques y por ello tenga que gastar en corrector o simplemente presione la tecla de retroceso más de lo acostumbrado. Pero, todo está conectado, inclusive eso de borrar números, notas o remembranzas. Así como ahora recuerdo que el amor es una de las fuerzas más poderosas del mundo, creo que al olvido debe dársele un sitial preferencial en esos juegos parlamentarios de la humanidad. Yo no solamente deseo; también necesito olvidar…

     …olvidar que en el poema número veinte de Neruda está la foto que más visito y cuya imagen, parafraseando al maestro, puede hacer “escribir los versos más tristes esta noche”  y de todas las sombras que están por venir. Y es que ella es “de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido”.

     Excepto que: También sus fotos hablan de momentos felices. Miro sus brillantes ojos he intento leer su alma, trato de recordar que ya la perdí y no puedo. Luego, en la imperante pesquisa de olvidarla a ella, abro otros libros escudriñando las otras fotos que diseminadas habitan bajo este techo y en mi ser. Mujeres que se convirtieron en hálito de pasión y felicidad. La desdicha que me causé al perderlas se decora ahora con rememorar los besos de cada una de ellas. Las fotos son diversas, como distintas son sus protagonistas. Rostros y cuerpos en papel fotográfico: Algunas dedicadas en su reverso con tinta azul, otras que misteriosamente conservan el perfume característico a mujer hermosa, autónoma y perspicaz. Ellas modelan para el lente o sus acciones fueron usurpadas en la sorpresa de la improvisación. Algunas yacen en ropa interior, otras están enteramente desnudas posando para este fotógrafo que no pasó de aficionado, pero que siempre buscó fotografiar la parte de ellas que más le excitaba: El alma.
     Acomodo bien mi cuerpo a esta butaca y este universo mío que comprende leer le hace un guiño a lo demás que está por llegar. Aún no me recupero de la oferta que me han hecho justo en la mañana. ¿Pasar la medianoche con abrazos familiares y escuchando ruidos ensordecedores tal como ha sucedido en mis cuarenta y tres años cumplidos? o ¿Quedarnos en este cuarto de estudio haciendo el amor en esta butaca y escuchando música alta que opaque el conteo regresivo, los petardos y la peligrosidad de las balas al aire?

     Demás está decir que ya me excusé con mis padres y mis hermanos y que programé la alarma del reloj. Faltando once para la media noche nos meteremos al cuarto para desnudarnos del dos mil doce y vestirnos del dos mil trece amándonos sin inhibiciones. Entonces, tal vez, logre estar en paz con los espíritus del pasado que viven en estas cuatro paredes. Ya qué al habitarlas de nuevas aventuras puede ser que las fotos y los recuerdos permanezcan enclaustrados en los libros al no necesitar ser vistos. Seguiré usando la butaca como descanso y trampolín a mis gajes de viajante lector, añadiéndole ahora la compañía de esta mujer que me deslumbra.
     Ella logró con sus besos, su plática y su real interés, hacer que yo dejara de buscar un nuevo querer. Lo inquiría para ayudarme a alcanzar el olvido de las demás, pero me demostró que el amor estaba, como siempre, justo a mi lado. Sé que será así, al menos hasta que se percate de mis manías y se aleje como las demás lo han hecho. Por mi parte ya tengo la cámara preparada, pero aún no escojo el nuevo libro que será poblado por la fotografía de esta hembra que ahora me seduce…

jueves, diciembre 19, 2013

Disfraces

Por Angelo Negrón

Toda la noche he estado despierto. Primero porque el insomnio me ataca. Lo hace gracias a un padecimiento neurológico que, según dice el doctor, se me quita con estas pastillas. Yo no las quiero. Me hacen alucinar. Por eso las escondo debajo de la lengua y las boto por la ventana sin que mami se de cuenta. Segundo, y más terrible aún, porque estoy reclamando en silencio a mis padres por mentirme. Busco la manera de exigirles que no lo hagan. Especialmente a ellos que llevan tiempo diciéndome que mentir no es bueno, es pecado y me meterá en problemas.

Sin embargo, me engañan. Después de tirar la pastilla por la ventana asegurándome que caiga lejos en el pasto, veo a mi mamá. Sé que se acerca por sus pasos que, aunque sigilosos, no son encubiertos por los otros ruidos de la noche que ya conozco muy bien. No la esperaba. Escondo el libro que me acompaña y cierro los ojos al mismo tiempo. Mi madre se asoma por la puerta y apaga la luz. Nos mira en la oscuridad. Esperando algún movimiento que nos delate. Mis ojos están acostumbrados a la oscuridad y a los sonidos nocturnos. Escucho sus pasos alejarse con prisa y extraño que no sea papi el que se presente. Él siempre lo hace; no importa la hora, se asoma a vernos dormir.

Me preocupa y quiero saber de que se trata. Mi error me lleva a descubrir a mis padres en la sala. Ellos no me ven. Ambos depositan cajas envueltas con papel de regalo en la falda blanca del árbol plástico de navidad. La sorpresa es mayúscula y el pensamiento de que la mentira existe en mi casa es colosal. Medito en la mentira de hacer pensar que me tomaba las pastillas y dormía. Comparado con esto; ningún diablito vendrá a castigarme ya. Tal alivio no se compara a la tristeza de que, contrario a lo que me han dicho ellos y todos; Papá Noel no existe.

Los espero despierto. Miro, por primera vez con tristeza, los juguetes envueltos en papel de colores raros. Consumo la galleta mordisqueada y el medio vaso de leche. Mis hermanos despiertan y la casa se llena de algarabía. Los turnos al baño esta vez son más cortos; se lavan la mitad de los dientes o aguantan las ganas de usar el inodoro. Todos empiezan a mirar las cajas envueltas y se preguntan entusiasmados que les habrá traído el mágico ser. Yo los observo parsimonioso, con estas únicas ganas de contarles lo que he visto para sacarlos de su error. Estoy a punto de hacerlo; decirles que la magia no existe. Me detiene el “buenos días” de mami y el “Dios los bendiga” de ambos. Mis padres llegan al pie del árbol y nos miran detenidamente a los cinco; buscan quien no se ha cepillado los dientes. Siempre saben, no sé como, de tan sólo mirar.

Hacemos una oración; eso siempre ha sido costumbre: en la mañana, antes de cada comida y en la noche. En especial el veinticinco de diciembre; llegada de nuestro niño Dios. En medio de la oración; justo cuando decimos “no nos dejes caer en tentación” me ataca otra pregunta. ¿Será mentira lo de Papá Dios también? Casi lloro, pero me aguanto.

Abrimos los regalos. G.I. Joe se yergue en mis manos, digno contrincante de Kent el de Barbie. Mi madre, inteligente más por madre que por vieja y conocedora de cada uno de nuestras formas de ser, se acerca a mí.

— Te noté distraído en la oración, ¿qué sucede?
Aunque el frío recorre toda mi espalda me armo de valor. Miro al suelo primero, luego a su cara. Allí sus ojos ya estudian mis ojeras y mi nerviosismo.

— Es que… ya sé quien es Santa Claus — le digo aún temeroso de sus reclamos y dispuesto a reprocharle por su mentira.

— ¡Ah siiii! — me dice arrastrando las i mientras yo asiento con la cabeza — entonces — prosigue — el año que viene no recibirás regalos.

— ¿Por qué? —
le inquiero yo

— Veras — me dice — la magia de Santa se acaba justo en el momento en que descubres a sus ayudantes.
Miro a mis hermanos, yo tengo siete años y soy el tercero. Mi hermano mayor me lleva cinco años y tiene en sus manos un guante nuevo de “baseball”. Le hecho un vistazo a la estrella de Belén que prende y apaga adornando la punta del árbol. Escucho las carcajadas de todos mientras estrenan todos esos juguetes. En segundos recuerdo las veces que me han dicho que existen miles de niños que no reciben nada porque a Santa no le da tiempo, le falta el dinero, se portaron mal o como me sucede ahora; descubrieron quien es papá Noel. Me tiemblan las piernas, logro sentir que me sudan las manos. Mientras, mi madre me come con la vista esperando respuesta. Vuelvo a observar a mis hermanos y los juguetes que carga cada uno y atino a balbucear decidido: Sé quien es Santa.

— ¿Aja? — comenta mi padre que esta detrás de mi.

— Sé quien es Santa Claus — vuelvo a explicar.

— ¿Quién es? — pregunta mi madre cruzándose de brazos.

— Es… es… — le digo sonriendo mientras agarro con fuerza al G.I. Joe — es un señor barbudo, regordete y que se viste de rojo…











Relato publicado inicialmente en Bocetos de una ciudad silente de Ana María Fuster Lavín.

"In store" navideño boricua en Librería Mágica

Por: Yolanda Arroyo



Amigos, este próximo sábado 21 de diciembre Librería Mágica ha creado una iniciativa para unir escritores con lectores. El In store navideño boricua de autores desde las 9AM. Vaya y lleve a su familia para fomentar la lectura en todos los niveles del núcleo familiar. Estaremos firmando libros, habrá sorpresas y gozadera. Mi turno junto a los compañeros Eduardo Lalo y Vanesa Vilches será a las 12 del mediodía. Los esperamos.

***

Librería Mágica se complace en anunciar que en su actividad de "In Store" Navideño, el sábado 21 (1:00 PM) nuestros clientes tendrán la oportunidad de deleitarse con la música en vivo de Antonio Cabán Vale "El Topo" y su hijo Adián Vale.



sábado, diciembre 07, 2013

En las letras, desde Puerto Rico: Vanessa Vilches Norat, protagonista de la literatura contemporánea

por Carlos Esteban Cana

Foto cortesía de Yolanda Arroyo

En la pasada entrega de premios del Pen Club de Puerto Rico, que aconteció el pasado jueves 5 de diciembre, las escritoras Yolanda Arroyo Pizarro y Vanessa Vilches Norat, fueron galardonadas con el Primer Premio para libros de cuentos publicados durante el pasado año. Arroyo Pizarro por la colección Las negras y Vilches Norat por su segundo libro de cuentos, Espacios de color cerrado. Por lo anterior, queremos llevar a los lectores de En las letras, desde Puerto Rico, y de manera exclusiva desde Confesiones, una entrevista que Vanessa Vilches Norat me concedió en septiembre del 2012, cuando recién comenzaba a circular esta nueva colección en las librerías del País.

Tengo que reconocer que me acerqué a esta autora desde la admiración, pues su primer libro, Crímenes domésticos, me deslumbró de tal manera que terminó siendo la primera selección de este boletín en la categoría de libros de cuentos publicados durante el 2008. Y después de nuestro intercambio quedé satisfecho con el resultado, pues el daguerrotipo trazado mediante preguntas y respuestas destila un delta para quienes desean conocer un poco más acerca de una de las protagonistas de la literatura contemporánea: Vanessa Vilches Norat.



Carlos Esteban Cana: Vanessa, desde septiembre pasado circula en las librerías del país tu nueva colección de cuentos, titulada Espacios de color cerrado. ¿En qué se diferencia esa obra a Crímenes domésticos?

Vanessa Vilches Norat: Es un texto bastante diferente a Crímenes domésticos aunque comparte la angustia como tono. En él traté de abordar la locura y la monstruosidad a partir del discurso médico. También me propuse trabajar textos históricos, que explorasen personajes históricos y sus narrativas como el médico del XIX, Francisco de Goenaga, director del manicomio de Puerto Rico, o la periodista norteamericana Margherita Arlina Hamm. Una de las grandes diferencias es que emprendí el reto de narraciones en tercera persona y desde perspectivas masculinas, por ejemplo. En algunos relatos subyace un humor negro. El proceso de escritura fue muy diferente. Te diré que el primero se escribió más orgánicamente, si queremos creer en la organicidad.

CEC: ¿Puedes hablarnos de algunos de los motivos que detonaron la creación de estas historias?

VVN: Creo que padezco una obsesión con la memoria y la locura. Todo esto va atado a la reflexión sobre las categorías sociales, legales e históricas de los comportamientos que se piensan “desviados” en la sociedad. Investigué sobre un personaje muy interesante para el discurso psiquiátrico puertorriqueño, pero totalmente olvidado como suele ocurrir, Francisco de Goenaga. Él fue un alienista venezolano que dirigió el Manicomio de Puerto Rico y que a su vez estaba obsesionado con dejar la huella de su ejecutoria en la escritura de informes y libros. Sus textos y su compasión por sus enfermos mentales me conmovieron. Ese es quizás el cuento sobre el que giran los demás.

Los anormales de Foucault fue un texto de cabecera, es maravilloso. Leerlo me hizo escribir relatos sobre la “anormalidad social y discursiva”.   

CEC: ¿Con cuál género literario te sientes más cómoda?

VVN: El cuento. La brevedad es una estructura espacial que me interesa. No solo porque hace necesaria la concentración y condensación de todos los elementos del texto, sino porque me siento más cómoda en ella. Hay una especie de garantía de expresión que creo me otorgan los relatos cortos. Me encantaría escribir poesía, quizás deba intentarlo.

Foto por David Gasser /Periódico Caridad
CEC: Ahora hablemos de otro de los géneros que cultivas. ¿Qué te otorga el ensayo como vehículo de expresión?

VVN: El ensayo está relacionado con mi trabajo académico. Es la expresión naturalizada de quien trabaja en la academia. Estoy convencida de que las categorías de género pueden ser una especie de traba creativa. Es muy difícil escribir ficción sin líneas teóricas que dirijan el escrito, por lo menos para mí. Lo importante, me parece, es cuestionar las categorías siempre. Lo que para mí determina el tono y la articulación escrita es el lector. Escribir en un medio masivo como el periódico encamina la escritura por unos senderos particulares.

CEC: La docencia universitaria… ¿Te brinda oxígeno a tu dimensión creativa o en ocasiones puede ser una dificultad en tu proceso creativo?

VVN: Ambas cosas. La verdadera docencia requiere mucho tiempo y paciencia. En estos momentos cuando se cuestiona el lugar de las Humanidades en la Universidad, es más necesario que nunca le enseñanza de la literatura, que es un lujo, un lujo necesario. Enseñar a leer textos literarios desde la materialidad del lenguaje y abrirles puertas culturales a los jóvenes exige mucho tiempo, pero es meritorio. Por otro lado, esa labor docente de hormiguita, de mirar con lupa los textos es una experiencia magnífica para el oficio, porque obliga a la escritora- profesora a leer con cuidado y calma textos clásicos y recientes para ahondar en su expresión, en la hechura su lenguaje y  sus propuestas literarias.

CEC: Con respecto a tu vocación como escritora ¿Desde cuándo inició esa pasión, esa llamada?

VVN: No podría decir. Supongo que desde el momento que entendí que me quería dedicar a la literatura, como lectora, crítica y profesora. No tengo un recuerdo infantil particular que narre el día en que me di cuenta de que quería ser escritora. Quizás debo inventarme esa memoria fundacional, si como quiera las memorias son eso, una invención. Pensándolo bien, lo haré para futuras entrevistas.
umbral.uprrp.edu

Ahora, recuerdo el texto que me voló la cabeza, el que me hizo pensar: “Wow, se puede narrar esas cosas tan terribles de forma tan maravillosa”. Claro, frente a El obsceno pájaro de la noche de Donoso no se puede pensar otra cosa. Lo leí muy joven, tendría unos 13 años, leía novelas en mis veranos eternos, y en esa primera lectura no entendí mucho, solo la capacidad de perversión de la mente humana y el tono ominoso del narrador. Esa inquietud que me produjo la novela fue más que suficiente, supongo.

CEC: ¿Cuáles fueron esos primeros libros que de alguna manera fueron claves, importantes, para que Vanessa Vilches Norat decidiera acercarse a la literatura, ya no desde la lectura, sino desde su propia producción?

VVN: Son un montón. Te menciono sólo algunos. Además de El obsceno pájaro, de Donoso, El amante de Marguerite Duras; La metamorfosis de Kafka; Fuera de juego de Cortázar.

CEC: Conocemos de esa ‘complicidad’ continua que tienes con otras escritoras como Mari Mari o Sofía Irene Cardona. ¿Qué me puedes decir acerca de ese intercambio? ¿Qué valor, si alguno, tiene esa ‘mesa redonda’?

VVN: Es un lujo. Tener amistades que funcionan como taller literario es una gran suerte. La generosidad de Mari y Sofía es inmensa. Además, las columnas del Fuera del Quicio han sido fundamentales para soltar la pluma y crear oficio. La obligación de las entregas te pone en forma.

CEC: Una de las preguntas favoritas de los lectores de este boletín es acerca al proceso creativo de los escritores. Dicho lo anterior, te pregunto: ¿Tienes algún ritual a la hora de acceder a la pantalla, antes de colocar la primera letra?

VVN: No. Sufro. Me da mucha ansiedad escribir. Trato de tener bosquejos a mano de los escritos antes de colocar mis dedos en el teclado de la computadora. Tengo libretas de muchos colores, especie de diarios de escritora, donde conservo apuntes, resúmenes, notas, posibles peripecias, magníficos personajes que luego trato de hacer concretos. Eso sí, tengo que estar sola, muy sola para escribir. Vuelvo a sufrir y salen palabras, oraciones y entonces me da alegría y me pongo como el mente idiota de Cortázar, necia, embobada con el lenguaje y eso que voy leyendo, eso que es mío y de tantos otros. Luego me da la ansiedad de corrección y leo y releo y corrijo. No creo que haya una fórmula. Ojalá así fuera. Escribir es tan duro como cualquier otro trabajo creativo. No hay que fantasear sobre las musas.

CEC: ¿Ves alguna diferencia en la propuesta narrativa realizada por mujeres con respecto a sus homólogos masculinos?

VVN: Sí y no. Este tema ha sido un debate académico intenso y extenso que es muy difícil de resumir aquí. Me encantaría decir que la experiencia del género está superada en la escritura. Que no cuenta más. Que todos somos escritores y ya, o escritoras y ya. Es un gran deseo, pero no es posible. La forma en la que una se coloca en la sociedad y en la cultura está marcada por las experiencias que aporta el género. El lenguaje no escapa a eso, la literatura tampoco. No hay de otra. Aunque sí hay que reconocer que ha habido un cambio importante en los temas, los tonos y los estilos de las escritoras desde mediados del siglo pasado.

CEC: ¿Has enfrentado en algún momento eso que algunos llaman como bloqueo del escritor?

VVN: Claro, todos los días. Soy melancólica. Eso implica que reconozco la imposibilidad del lenguaje como sistema de expresión. Solo me queda intentar acercarme al silencio  con las palabras que reconozco que no lo llenarán. Escribir es un rito que dignifica y permite continuar. Hay que ver cómo se supera o reformula discursivamente lo antes escrito.

CEC: ¿Qué lecturas te ocupan en estos momentos?

VVN: Acabo de leerme See Then Now, de Jamaica Kincaid. Es un texto poderoso como toda su escritura. Una especie de poética del odio, narrado con ese estilo hermosamente repetitivo de Kincaid. Ando con "La condesa sangrienta" de Pizarnik de arriba abajo y releo El fantasma de las cosas de Marta Aponte Alsina y En tierras bajas de Herta Muller. Me llevan a pensar en los límites del exceso, en la imposibilidad de la palabra y la escritura y la maravilla de una prosa poética, violenta y apretada.

CEC: ¿Puedes compartir con nuestros lectores cuáles son esos libros imprescindibles para una lectora como tú? ¿Qué libros son necesarios para la escritora?

VVN: Esta lista me asusta. Son muchos. No garantizan nada de lo que uno escribe. Son rutas de lectura que informan mi escritura a veces tangencialmente. Leo muchos textos que se consideran teóricos, pero que bien pueden leerse retóricamente. Freud, Foucault, Derrida, Kristeva, por decir algunos. En cuanto a los que se piensan textos literarios se me hace difícil pensar en unos pocos, pero sin duda, Virginia Woolf, Julio Cortázar, Donoso, Piñera, Pizarnik, Kafka, Pessoa, Duras, Eltit, Vallejo, Pizarnik y estoy segura de que estoy dejando muchos, muchísimos. Me pones en la posición de ser ingrata con esta pregunta. Si solo estamos formados por las palabras de otros, como tan bellamente dijo Bajtin.

CEC: Has considerado la creación de una novela. ¿Te interesa el género?

VVN: Claro que me interesa. Me encanta leer novelas. Lo he considerado, lo estoy considerando, lo estaré considerando.

CEC: Puedes hablarnos, si deseas, de algunos de tus próximos proyectos. Esos que quizás se están cocinando paulatinamente en estos momentos.

VVN: Sigo obsesionada con la memoria como tema. Ahora me enfrasco en un texto fragmentado, que explore la condensación como fórmula de escritura. Eso, memoria y fragmentación. En eso ando.

CEC: Vannesa Vilches Norat publicó su primer libro de cuentos, Crímenes domésticos, con una editorial extranjera. Ahora, Espacios de color cerrado, su segundo, lo hace con una editorial nacional. Con esa experiencia, ¿cómo describirías la relación ideal entre los escritores y editoras?

CEC: Este es un tema triste y pesado. En Puerto Rico la situación editorial es muy difícil. La circulación de los textos no se da como debería. A penas los libros que se editan en el país se distribuyen. El mercado exterior para los escritores puertorriqueños es casi inexistente. Y ahora con el cierre de tantas librerías, el panorama es desolador. Habría que repensar la manera en que se edita, quizás aprovechar la ventana que se abre con los libros digitales. Pero no soy muy optimista, los escritores que son los que menos se benefician en el circuito editorial, es noticia antigua.

***

Carlos Esteban Cana Escritor y comunicador puertorriqueño. Ha cultivado el cuento, el micro cuento, y la poesía. Actualmente, sin embargo, se ocupa de darle forma a sus dos primeras novelas y a un volumen de ensayos. Colaborador de varias publicaciones impresas y cibernéticas, en Puerto Rico y otros países. Bitácoras y publicaciones alrededor del planeta, como Confesiones, del narrador Angelo Negrón, reproducen su boletín "En las letras, desde Puerto Rico".
Para el periódico cibernético El Post Antillano también publica su columna "Breves en la cartografía cultural". En verano del 2012, Carlos Esteban publica Universos, libro de micro-cuentos bajo el sello de Isla Negra Editores. Para el 2013 publica su libro Testamento. Testamento es un poemario antológico que reúne lo más representativo de su poesía; género del que Cana manifiesta: "Fue la propia poesía que me seleccionó como medio, como intérprete". Cana es conocido además por haber fundado la revista y colectivo TALLER LITERARIO, que marcó la literatura puertorriqueña en la última década del siglo XX en Puerto Rico.
Otro libro aparecerá durante el presente semestre: Titulado "Catarsis de maletas: 12 cuentos y 20 años de historia", ofrece una vista panorámica de una pasión que el autor ha desarrollado, por cuatro lustros, en el género del cuento.  

Centrifuga de Waleska Victoria Castillo


De fabulas y quimeras


Sobre la mesa II: tira la raya


Feria del Libro de Autor (Programa)

domingo, diciembre 01, 2013

En las letras, desde Puerto Rico: Noviembre deja luto en las letras boricuas: fallecen el poeta Tato Laviera y el dramaturgo Abniel Marat

por Carlos Esteban Cana




El pasado mes de noviembre, el Puerto Rico literario estuvo de luto por la pérdida de dos figuras capitales: Tato Laviera y Abniel Marat.

A Tato lo fui conociendo a través de los testimonios que escritores como Sheila Candelario, Marithelma Costa, Tanya Torres, Myrna Nieves y Urayoán Noel, han compartido de una u otra forma. Laviera nació en Puerto Rico en 1950 y antes de cumplir los 10 años ya se había trasladado con su familia a Nueva York. Uno de los escritores centrales de la poesía nuyorican desarrollada en los años 70 y que tuvo como eje central el Nuyorican Poets Café. Son incontables las anécdotas que creadores de varias generaciones han relatado de una u otra forma, a raíz de su deceso. Un viaje fascinante ha sido además encontrar a Laviera en fotos publicadas en las redes sociales junto a escritores como Pedro Pietri, Piri Thomas, Miguel Algarín, Olga Nolla, Magali García Ramis, Nancy Mercado, Ángel Matos y Yarisa Colón, entre otros. Acerca de Tato Laviera, comentó la novelista Marta Aponte Alsina: “Acaba de dar el cambio Tato Laviera, poeta de aquí y de allá. Hombre cariñoso. Hombre curioso. Su vida fue un testimonio entrañable de los orígenes y afectos de su pueblo; sus antipoemas, la otra cara de la "no historia" oficial. Entre vida y poesía no hubo dobleces hipócritas. Querido Tato, este día de los muertos vivientes es para ti”.  Tato Laviera falleció el 1ro de noviembre.

Abniel Marat   Foto: El Nuevo Día
Tuve el privilegio de conocer a Abniel Marat en la Librería Isla en Río Piedras, en los tiempos en que Editorial Tiempo Nuevo comenzaba a publicar sus obras completas. De Abniel aprendí el compromiso consecuente con la propia obra como eje central de la vida, más allá del oficio de turno que le ocupara para sobrevivir al sistema. Con una impresionante preparación académica, su orgullo (por conocer el valor de su obra) no cedía ni un ápice si le tocaba realizar oficios que distaban de los que por su preparación y trayectoria merecía; precio que tuvo que pagar por vivir de acuerdo a sus convicciones políticas y de género. Dramaturgo y Poeta, Marat es conocido por obras como Dios en el Playgirl o Poemas de un homosexual revolucionario. En el 2010,  desde este boletín, seleccioné como uno de los dos acontecimientos editoriales del año, la publicación de los cuatro tomos de su Poesía homohumana. Recientemente, y a través del excelente periodismo cultural que ofrece Tatiana Pérez, recibimos la noticia de que Erizo Editorial publicará sus 21 salmos a la santa muerte, lo que en sus días finales recibió con satisfacción. Y concluimos esta nota con palabras del también dramaturgo, Carlos Manuel Rivera, que manifestó: “Descansa en Paz Mi Hermano, Mi Amigo, Mi Mentor, Mi Influencia, Mi Confidente, Mi Padre!!! Abniel Marat, Gran Escritor y Teatrista Puertorriqueño! Qué Tengas un Feliz Viaje a la Eternidad!! Allá Nos Veremos!!!!”. Abniel Marat falleció el pasado 7 de noviembre.


Sirva esta edición de En las letras, desde Puerto Rico, como un homenaje a los escritores Tato Laviera y Abniel Marat.


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Carlos Esteban Cana Escritor y comunicador puertorriqueño. Ha cultivado el cuento, el micro cuento, y la poesía. Actualmente, sin embargo, se ocupa de darle forma a sus dos primeras novelas y a un volumen de ensayos. Colaborador de varias publicaciones impresas y cibernéticas, en Puerto Rico y otros países. Bitácoras y publicaciones alrededor del planeta, como Confesiones, del narrador Angelo Negrón, reproducen su boletín "En las letras, desde Puerto Rico".
Para el periódico cibernético El Post Antillano también publica su columna "Breves en la cartografía cultural". En verano del 2012, Carlos Esteban publica Universos, libro de micro-cuentos bajo el sello de Isla Negra Editores. Para el 2013 publica su libro Testamento. Testamento es un poemario antológico que reúne lo más representativo de su poesía; género del que Cana manifiesta: "Fue la propia poesía que me seleccionó como medio, como intérprete". Cana es conocido además por haber fundado la revista y colectivo TALLER LITERARIO, que marcó la literatura puertorriqueña en la última década del siglo XX en Puerto Rico.
Otro libro aparecerá durante el presente semestre: Titulado "Catarsis de maletas: 12 cuentos y 20 años de historia", ofrece una vista panorámica de una pasión que el autor ha desarrollado, por cuatro lustros, en el género del cuento.  

En la punta de los dedos de José E. Muratti Toro