Por Angelo Negrón
Lo ajustado del pantalón femenino lo hacía sentirse subyugado. Se reconocía perdido en la excitación que le provocaba el sólo pensamiento de ser poseído. Media hora antes ella lo había observado de forma seductora y le dijo por lo bajo que se preparara para darle placer, así que, trataba por todos los medios de desenvolverse y tener el poder de arrimarse a la boca femenina. No hizo otra cosa que pensar en la promesa recibida y casi piensa en voz alta cuando comenzó a calentarse y fundirse en lujuria.
— Te desvestiré. Luego de probarte, calmaré mi hambre de ti haciendo que desates todo tu interior en mí — la escuchó decir vibrando de emoción.
— Si me lo permitieras, yo mismo me desvestiría para ti — le dijo a ella que parecía ignorarlo al percibir que lo tenía en un bolsillo y que haría de él lo que quisiera — ¡Anda, pruébame ya! — prosiguió — Me muero porque tu lengua juegue conmigo y me lleve al éxtasis de derramarme en tus carnosos labios tal como te gusta.
Subieron juntos las escaleras de la casa y entraron apresuradamente a la habitación donde ambos cumplieron sus deseos. Ella lo desnudó lentamente y lo miró con pasión. Él se dejó desnudar y la contempló con amor. Luego de varias miradas, interrumpidas por tomar la precaución de colocar el cerrojo a la puerta del dormitorio, observó como ella se recostó en la cama dispuesta a probarlo. Jamás había gozado de tanto placer y aquella boca, la primera que se atrevía a complacerlo, era genial. Emitió gemidos casi audibles y hasta contuvo las ganas de vaciarse antes de que se le pidiera. El incesante movimiento de la salivosa lengua lo había reducido a ser esclavo del frenesí y no pudo más. Explotó dentro de la boca desembocando cada gota del elixir mágico con la dicha sin igual de sentirse amado. Fue probado hasta el fin por aquella niña de once años que gustaba saborear, a escondidas de sus padres, un bombón relleno de licor antes de irse a la cama.
Lo ajustado del pantalón femenino lo hacía sentirse subyugado. Se reconocía perdido en la excitación que le provocaba el sólo pensamiento de ser poseído. Media hora antes ella lo había observado de forma seductora y le dijo por lo bajo que se preparara para darle placer, así que, trataba por todos los medios de desenvolverse y tener el poder de arrimarse a la boca femenina. No hizo otra cosa que pensar en la promesa recibida y casi piensa en voz alta cuando comenzó a calentarse y fundirse en lujuria.
— Te desvestiré. Luego de probarte, calmaré mi hambre de ti haciendo que desates todo tu interior en mí — la escuchó decir vibrando de emoción.
— Si me lo permitieras, yo mismo me desvestiría para ti — le dijo a ella que parecía ignorarlo al percibir que lo tenía en un bolsillo y que haría de él lo que quisiera — ¡Anda, pruébame ya! — prosiguió — Me muero porque tu lengua juegue conmigo y me lleve al éxtasis de derramarme en tus carnosos labios tal como te gusta.
Subieron juntos las escaleras de la casa y entraron apresuradamente a la habitación donde ambos cumplieron sus deseos. Ella lo desnudó lentamente y lo miró con pasión. Él se dejó desnudar y la contempló con amor. Luego de varias miradas, interrumpidas por tomar la precaución de colocar el cerrojo a la puerta del dormitorio, observó como ella se recostó en la cama dispuesta a probarlo. Jamás había gozado de tanto placer y aquella boca, la primera que se atrevía a complacerlo, era genial. Emitió gemidos casi audibles y hasta contuvo las ganas de vaciarse antes de que se le pidiera. El incesante movimiento de la salivosa lengua lo había reducido a ser esclavo del frenesí y no pudo más. Explotó dentro de la boca desembocando cada gota del elixir mágico con la dicha sin igual de sentirse amado. Fue probado hasta el fin por aquella niña de once años que gustaba saborear, a escondidas de sus padres, un bombón relleno de licor antes de irse a la cama.